21.1.10

Sin libertad no hay amor. 37 años de Roe v. Wade.

Cuando me preguntan por qué, aún siendo madre, defiendo el derecho al aborto siempre contesto que lo defiendo porque tener un hijo fue mi decisión. El cuerpo de las mujeres debe estar en el ámbito de agencia de éstas, no en el Estado, la sociedad o la religión. Decidir qué hacer con tu cuerpo y controlar tu sistema reproductivo es un derecho fundamental que, de ninguna manera, debiera ser regulado por el Estado.

A decir verdad no siempre pude decidir. En Argentina, un país que en la declaración constitucional de derechos y garantías dispone que el gobierno federal sostendrá el culto católico apostólico romano, el aborto está tipificado en el Código Penal. Así, tanto quién lo practica como la mujer que consiente o se lo causa son penalizados o penalizadas con castigos que van desde un año hasta quince años de reclusión o prisión. No es difícil adivinar que esto redunda en un índice altísimo de muertes maternas causadas por abortos ilegales, siendo esta la principal causa de muerte materna en Argentina. Un tercio de las mujeres embarazadas que mueren, muere a causa de una aborto séptico.

De esta manera, lo que en principio se autonombra como pro-vida se convierte rápidamente en pro-muerte. Por un lado, la Iglesia despliega por doquier su discurso de amor y misericordia mientras que por el otro pone en riesgo la vida de las mujeres más vulnerables del país. No hay duda que quiénes cargan con el peso de la decisión de la Iglesia son las mujeres de escasos recursos económicos que no acceden a anticonceptivos, contraceptivos, educación sexual ni conocen sus derechos reproductivos. La mayoría de ellas tienen hijos e hijas y el desespero, la frustración y el abandono por parte del Estado provocan que caigan en manos de curanderos y comadronas para poner fin a un embarazo no deseado. Numerosas son las historias que escuché durante mi adolescencia en Argentina, van desde té y tisanas hasta agujas de tejer.

Debemos ser conscientes que no sólo está en juego el derecho a decidir sino también se trata de trato desigual. Así, mujeres que están en posiciones económicas aventajadas acceden a clínicas que, aunque clandestinas, están atendidas por ginecólogos que les aseguran un aborto seguro en una ambiente higiénico y sanitariamente adecuado. Las otras mujeres no tienen esa posibilidad y terminan en la sala de emergencias cuando las hemorragias las ponen al borde de la muerte. El Estado conoce esta realidad pero prefiere ceder a la presión de la Iglesia y desproteger aquellas vidas que considera dispensables; la innovación del biopoder radicaba en hacer vivir y dejar morir decía Foucault.

En Puerto Rico, las mujeres tenemos derecho a interrumpir un embarazo no deseado como corolario del derecho a la intimidad, según decidido por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos en Roe v. Wade. Aún así debemos preguntarnos si todas tenemos igual acceso a las clínicas de abortos o si, en cambio, algunas tienen mayor acceso que otras. La negativa de la derecha republicana a incluir al aborto dentro de la reforma de salud nos deja entrever la cuestión del acceso. En este sentido, el Estado se empeña en privar del derecho a abortar a aquellas mujeres que necesitan apoyo económico para hacerlo. Deberíamos preguntarnos por qué el Estado se ahínca en sostener que tutela la vida cuando conduce a la muerte. Una de las respuestas puede ser que en pleno siglo XXI las mujeres seguimos siendo consideradas un mero objeto, cuyo valor radica en su capacidad de parir. Programadas desde niñas para satisfacer el deseo del otro se nos veda e imposibilita la decisión, esto sin considerar los dispositivos morales y psicológicos que operan como consecuencia de una vida de bombardeo informativo. Hasta que la sociedad no aprenda a respetar a las mujeres y sus decisiones, éstas no son completamente libres para elegir si quieren o no llevar a término un embarazo.

Inverosímil es que nuestra Constitución contenga una disposición que prohíba el menoscabo de las obligaciones contractuales y carezca de una garantía de aborto seguro, libre y gratuito. No asombra que el sistema patriarcal en que vivimos contemple unos sujetos más libres y autónomos que otros; así, los hombres son libres para contratar pero las mujeres no lo somos totalmente para abortar. Es tiempo que las diferentes sociedades exijan al Estado que garantice el derecho a abortar segura y libremente a todas las mujeres del mundo. Que ni una sola mujer más muera a causa de una aborto ilegal. Si me preguntan por qué amo a mi hijo les digo que lo amo porque fue mi decisión tenerlo; sin libertad no hay amor.

Foto por Dante Benoît Vélez Iriarte

2 comentarios: