24.6.10

La Universidad continúa cerrada

En una entrada pasada señalaba que debíamos pensar si el cierre de la Universidad no era una estrategia de la administración como lacaya del gobierno de turno. Planteaba también la necesidad de repensar y redefinirnos en nuestras estrategias enfocadas en el fin ético-político de la Universidad.

Hoy, luego de la reunión de presupuesto entre la administración y la Junta Universitaria, no tengo duda que la estrategia del gobierno es la desarticulación del proyecto universitario. Con 129 plazas docentes congeladas y una reducción del 5% en el sueldo de los profesores y las profesoras por contrato o tarea parcial, no se puede negar que la Universidad de Puerto Rico no es una prioridad para este gobierno. Administrada cual agencia gubernamental se busca la eficiencia de la institución aún cuando esto implique el desmantelamiento de la Universidad como proyecto emancipador capaz de contribuir a la formación de sujetos libres pensadores y a su vez preparados y preparadas para contribuir en la creación de arreglos institucionales más justos y democráticos.

Si bien esta lucha nos ha dejado un sabor a victoria no podemos perder de perspectiva que el presupuesto que presentó la administración ante la Junta Universitaria es un atentado claro contra la esencia de la Universidad: su excelencia académica. De poco servirá una institución cuyas aulas no alberguen los mejores profesores y profesoras disponibles en cada disciplina. Dejando de lado los argumentos morales sobre el compromiso que deberían tener el profesorado con la institución, lo cierto es que la Universidad ha dejado de ser un proyecto y ha pasado a ser un gasto recurrente para el Estado. Así, los profesores se ven como empleados más que como agentes centrales en el proceso formativo de los y las estudiantes.

De esta manera, los burócratas universitarios no disimulan. Socavan directamente los pilares fundamentales de la Universidad e impulsan un éxodo masivo de nuestros mejores talentos. Esto no sólo tiene el efecto de reducir la calidad de la enseñanza sino también abona al descrédito y la pérdida de competividad de los y las estudiantes, como egresados y egresadas de la institución. Luego de la presentación del presupuesto, la Universidad, aunque abierta, continúa cerrada de facto.

En este punto es imprescindible reconocer que la Universidad, como espacio académico-intelectual, está siendo estrangulado por el poder y que la lucha debe darse haciendo de ésta un locus de resistencia. Mientras quienes ocupan las estructuras de poder insisten en la anulación de la Universidad, nosotros debemos ubicarnos en el opuesto y hacer de los espacios universitarios nuestra mayor trinchera. Esto no significa pensar la Universidad como un santuario sagrado, que es como convenientemente ha buscado el poder que la visualicemos, sino, más bien, rescatarla como el espacio que viabiliza cualquier otro espacio de creación de pensamiento crítico y quehacer intelectual.

En este sentido debemos reconocer que si bien hemos logrado nuestros reclamos inmediatos, esto no implica que hayamos vencido los principales enemigos. Hoy quedó claro que la lucha por la educación pública superior recién comienza, que los adversarios están cargados de soberbia, que la falta de participación y el desdén por la democracia han instaurado un régimen que, más que gobernar, hace un uso ilegítimo del poder mediante el ejercicio de la violencia en todas sus manifestaciones.

* Foto por Gamelyn Oduardo

1 comentario:

  1. Gracias Mariana por tu análisis. Coincidimos en la necesidad de transformar el espacio universitario en uno de "resistencias". Sin embargo, yo añadiría que debemos transformar el imaginario de la universidad como Olimpo y reestablecer los puentes entre la intelectualidad universitaria y su entorno social más allá de los portones. Además, las resistencias internas deben subrayar su transgresión a las dinámicas externas del poder y, sobre todo, que se piensen/actúen con nuevas formas de acción política; más allá del piquete y la marcha para que el pensar, hablar, escribir, pintar, tocar y performear constituyan en sí mismo resistencias. La virtuosidad (la producción sin producto final independiente) será la característica de la insubordinación.

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